LA VIGILANCIA
Tanto de día como de noche, la vigilancia es una operación encaminada a descubrir objetivos e identificarlos:
— Bien para informar al Escalón superior.
— Bien, y es el caso más frecuente, para intervenir la Unidad que lo descubrió directamente por el fuego.
La vigilancia durante la noche tiene gran importancia, ya que:
— Evita la sorpresa que podría intentar el enemigo al amparo de la oscuridad.
— Proporciona muchas referencias. En efecto, al caer la noche, el sector enemigo se anima con una vida oculta que no se determinaba durante el día. Es indispensable para el éxito de cualquier acción ofensiva nocturna, por limitada que sea. Para desembocar en la acción del tiro, las diferentes operaciones deben encaminarse siguiendo un orden riguroso, en el cual algunas fases pueden ser confundidas según los procedimientos puestos en práctica y cuyo desarrollo, análogo incluso a las operaciones de día, es notablemente complicado por las perturbaciones aportadas a las facultades visuales del combatiente.
En el proceso de la vigilancia se trata sucesivamente de:
— Detectar el objetivo.
— Reconocerlo.
— Identificarlo.
— Localizarlo.
— Informar al Mando en cualquiera de estos pasos previos en función de la situación.
En el proceso de adquisición de objetivos se trata sucesivamente de:
— Detectar el objetivo.
— Identificarlo.
— Localizarlo.
Todo ello con la finalidad de poder batir al objetivo, si fuera preciso. Tras la adquisición del objetivo, puede haber o no transferencia. Todos estos procesos se ven dificultados por la ausencia de puntos de referencia, lo que entraña problemas de detección y localización del objetivo y de transmisión de información de un observador a otro. Hay que tratar de ser objetivo, no dejarse impresionar y, sobre todo, no ser imaginativo, conservar el dominio de sí mismo y ser constante.
FORMAS DE VIGILANCIA
Principio básico: LA PACIENCIA.
Mayor inconveniente: FRIO-ENTUMECIMIENTO.
La Observación
El sentido de la vista es más o menos importante, según sea la noche más o menos clara. Presenta las siguientes características:
— Los objetivos se ven en su forma global. Desaparecen sus detalles en el perfil del conjunto.
— No se ve más que a corta distancia.
— Se tarda aproximadamente unos treinta (30) minutos en adaptarse a la oscuridad si se sale de un lugar iluminado. No obstante, con diez (10) minutos ya se puede tener un cierto grado de percepción.
Elección de un puesto de observación.
El puesto de observación debe ser elegido, a ser posible, en contrapendiente; colocándose a ras del suelo y mirando de abajo arriba para lograr que los objetivos se perfilen sobre el fondo más claro del cielo.
En noches de Luna llena, y en general en todas las que haya mucha claridad, el observador debe colocarse procurando que la Luna quede a sus espaldas. De esta forma evita el deslumbramiento y el objetivo queda más iluminado. Si la orientación del sector que se debe observar obliga a hacerlo de frente a la Luna, hay que proteger los ojos contra la luz (manos formando pantalla, visera de gorra, etc.).
— Se utiliza la visión descentrada; no mirar directamente al objeto, sino más alto, a la derecha o a la izquierda del mismo.
— No mirar a un punto fijo más de diez segundos, descansando el triple.
— Poner las manos, a modo de embudo, una en cada ojo con la finalidad de protegerlos de luces laterales.
Además, se consigue que el campo de visión se limite a la zona de observación, la cual resulta más clara (fig. 2-2).
— Barrer con la vista el sector a observar, mediante una serie de movimientos rápidos y pausas en líneas paralelas al horizonte (figura 2-3).
— Para observar objetos en movimiento se describen con la mirada círculos de la mayor amplitud posible alrededor de aquéllos (figura 2-3).
— Buscar el contraste entre los objetos buscados y el fondo.
— Cerrar un ojo ante la aparición de un foco luminoso.
— Ocurre a menudo que uno cree ver moverse un objeto de forma indefinida.
Para comprobar la existencia real de este movimiento, se clava en el terreno un jalón de circunstancias (bayoneta, cuchillo, palo, piedra, etc.), se mira el objeto en cuestión, enfilándolo a través del jalón. Sin mover la cabeza se dirige la vista a cualquier otra parte y, a continuación, se vuelve a mirar al supuesto objeto en movimiento; de esta forma se comprueba si el objeto se ha movido respecto al jalón. Una tendencia muy común y muy perjudicial es el no parpadear, manteniendo los ojos muy abiertos. Esto ciega a la larga.
Apreciación de distancias.
Durante la noche hay tendencia a calcular las distancias en exceso. El único medio para calcularlas con cierta precisión consiste en el conocimiento de las distancias entre los accidentes del terreno apreciadas durante el día.
La Escucha
La escucha tiene un papel primordial, cualquiera que sea el grado de claridad de la noche. Cualquier ruido, por pequeño que sea, se percibe con toda nitidez en la calma nocturna. La humedad y el frío de la noche aumentan esta propagación.
En cierta medida el oído permite de noche suplir a la vista. El oído funciona en las mismas condiciones que de día, pero beneficiado por la citada propagación. Puede apreciar la distancia y la dirección de una fuente productora de ruido y proceder a su reconocimiento, pero las apreciaciones que da no tienen la precisión que se puede conseguir con la vista, ya que están ligadas a las condiciones atmosféricas y a la naturaleza del terreno.
Así, la escucha puede paliar en una cierta medida la insuficiencia de la vista, especialmente para dar la alerta. No puede, sin embargo, suplirla en el cumplimiento de las acciones elementales del combate. El personal sobre vehículos, por ejemplo, no puede escuchar más que en las detenciones y con el motor parado. Por tanto, uno o varios miembros del personal transportado o de la tripulación deben asegurar la escucha de los ruidos exteriores, mientras otro asegura, mediante el casco, la escucha radio.
Para reforzar sus posibilidades de escucha en las detenciones es conveniente, a menudo, destacar escuchas alrededor y sobre todo a vanguardia. Orientarse mediante el sonido es localizar una fuente sonora en el espacio, lo que comporta una triple definición del origen del estímulo sonoro, referida a su altura (ángulo de situación), dirección y distancia. Aún no se sabe exactamente cual es el proceso de localización en altura; lo único que está plenamente comprobado es que, para determinar el emplazamiento de una fuente sonora, los sonidos agudos parecen provenir de un lugar situado más alto respecto al verdadero, y viceversa.
Elección de un puesto de escucha.
Conviene establecer el puesto de escucha, alejado de los "focos" de ruidos (maleza o árboles azotados por el viento, corrientes de agua, motores que están o pueden estar en funcionamiento, etc.):
— Si el viento es fuerte, conviene buscar el puesto de escucha de forma que no retumbe.
— Si el viento es flojo, conviene buscar los lugares a donde fluye para que favorezca la percepción de los ruidos más debiles que pueda arrastrar.
Colocación respecto del viento.
La eficacia de la escucha es mayor o menor según sea la dirección del viento respecto al observador. El viento de cara es favorable, en tanto que el de espalda puede llegar a ser peligroso.
Formas de escucha:
— Permanecer inmóvil.
— Adoptar al principio la postura más cómoda posible, para evitar posteriormente movimientos.
— Diferenciar los ruidos sospechosos de los simplemente naturales.
Hay que saber reconocer los ruidos humanos (tos, estornudo, expectoración, voz, caída, etc.).
— Mantener la boca abierta, pues se mejora la audición.
— No llevar puestas prendas que tapen los oídos.
— El sonido llega por vía aérea y vía terrestre. Pegar el oído al suelo es una buena medida, ya que por los sólidos se transmite con más calidad que por los gases.
Apreciación de distancias.
El tiempo húmedo favorece la propagación del sonido más que el tiempo seco. Lo mismo ocurre con las temperaturas frías. La combinación de luz-ruido permite apreciar las distancias con bastantes aproximaciones (sobre todo en grandes distancias).
Apreciación de la dirección del sonido.
El posible origen de un sonido debe localizarse por todos los procedimientos posibles:
— Puntos de referencia del terreno.
— Brújula.
— Jalonamiento de circunstancias, etc.
Localización de objetivos por el sonido.
Resulta de la combinación de la apreciación de distancias y dirección. De todos modos, tanto la localización en altura como en distancia es poco precisa y difícilmente mejorable. Si tenemos en cuenta que la mayoría de los estímulos sonoros que se producen en el combate, sobre todo en el combate nocturno, tienen su origen muy próximo al suelo, habremos de convenir que la importancia de estas adversas circunstancias disminuye notablemente, aumentando, por el contrario la importancia de la localización en dirección.
En un terreno despejado y sin viento es posible reconocer un carro o vehículo a varios kilómetros y localizarlo en posición con unos 20° de aproximación y a unos dos tercios de su distancia verdadera. Cuando hay un poco de viento, el reconocimiento se efectúa todavía a varios kilómetros, sobre todo si el viento es favorable; pero la localización se vuelve difícil: la aproximación de la posición desciende a 450 y la de la distancia a la mitad e incluso a un tercio de la distancia verdadera.
Cuando el viento es muy violento, la detección es a veces posible todavía, pero la localización es imposible. De hecho, "escuchar" consiste en detectar un objetivo, a veces reconocerlo y raramente localizarlo. La información adquirida debe enseguida ser transferida a las armas con el grado de incertidumbre que incluye.
Sin embargo, en ciertos casos muy particulares es posible localizar mediante la escucha: Conociendo perfectamente el terreno. Es así como los vehículos, franqueando un puente o una cuesta, no producen el mismo ruido que circulando sobre una carretera o detrás de una cuesta. Empleando amplificadores de sonido acertadamente colocados en los puntos suceptibles de ser franqueados por el enemigo.
CON AYUDA DE MEDIOS TÉCNICOS
Estos aumentan la efectividad y alcance de la vigilancia siendo descritos más adelante.
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